En medio de la ebullición futbolera por el
clásico Madrid- Barcelona que ocurriría al día siguiente, tuve que hacer tiempo
antes de tomar mi autobús para volver a Sevilla donde resido. Y por esos azares
de la vida me topé con la siguiente propuesta cultural: “Juan Carlos Rulfo:
Inéditos”, al ver que era gratuito “hasta completar aforo” sin leer mucho de
que se trataba decidí acudir a la cita para saber algo más del escritor
mexicano.
La
cita audiovisual comenzaba a las 19:30 en Casamérica
de Madrid, en el ciclo Los
martes del Documental. La anfitriona de la de la
tarde, Alicia Luna presentó al director, un tal Juan Rulfo, o mejor dicho, Juan Carlos Rulfo, nada más y nada menos que
uno de los hijos del creador de Pedro Páramo y
el Llano en llamas.
Ahí recién entendí que no se trataba de un homenaje más, sino que tendríamos la
posibilidad de que nos cuenten en primera persona, consanguíneamente, algo
sobre uno de los maestros de las letras latinoamericanas (luego me di cuenta
que no fui el único sorprendido e ignorante de la existencia del Rulfo hijo, el
director de cine).
El
cineasta comentó algo de lo que se vería a continuación e invitó al auditorio a
un diálogo posterior a la proyección. Se apagaron las luces y encendimos la
imaginación con los tres documentales, en una sala para 90 personas y que
estaba al límite de sus capacidades. Los trabajos exhibidos fueron: Luvina (1996), El llano en llamas, 50 años
(2001) y Con los ojos de Juan Rulfo
(1995). Tres visiones, tres historias contadas por Juan Carlos Rulfo, en las
que nos acerca, muy de cerca, a su padre, su vida, su obra y las leyendas que
se tejen a su alrededor. También nos desvela una faceta muy poco conocida del
escritor: el Juan Rulfo fotógrafo.
Convercineando
Después
de la muestra, el director de cine se sentó ante el auditorio secundado por la
anfitriona, quien hizo de moderadora. Allí empezó una charla sobre el cine
documental y la necesidad de contar lo que está pasando en el mundo, o en su
caso, en México.
Consultado
acerca de si hay más intuición que guión armado, Juan Carlos Rulfo dijo que en
sus trabajos “no hay guión”, porque
es la gente, los personajes los que le han guiado la historia. “Voy al lugar, empiezo a conocer a la gente
y a partir de eso voy armando una pequeña historia, una característica de los
personajes”, explicó el cineasta;
además mencionó que para conseguir fondos uno tiene que armar un proyecto
creíble con un guión y demás, pero que en la realidad sus documentales toman
forma a partir de salir al campo a producir, a hablar con la gente y a grabar. “A veces juntas a dos de esos personajes y empiezan a conversar entre
ellos, sobre lo que ellos vivieron, y se entablan unas conversaciones
fantásticas, el hecho de oírlos conversar o cómo platican es riquísimo”,
comentó, fundamentando su labor como el que escucha y luego plasma en un
documento audiovisual esas situaciones.
Lo
anterior se nota y mucho en su trabajo. Las imágenes, las voces y los ánimos de
sus documentales nunca pierden esa mirada tranquila sobre situaciones de la
vida de la gente contada desde la misma gente, con sus acentos y sus humores,
ya sea de los pueblos de Jalisco (El
llano en llamas, 50 años) o de la gran ciudad, como se ve en su premiado
documental “En el hoyo”, que muestra la vida de los trabajadores de la
construcción en Ciudad de México.
Entre
preguntas y respuestas se fue acabando el encuentro ya al filo de las diez de
la noche y abandonamos la sala con el gusto de compartir con un cineasta sencillo,
próximo, cercano. Fue una enriquecedora manera hacer tiempo antes del viaje, junto a Juan Rulfo. Así conocí un poco más al escritor, al padre. Y descubrí al
hijo cineasta.
Ambos
nos dan cuenta de su riqueza artística y mediante ella nos recuerdan que las
desgracias del ayer nos siguen azotando con sus injusticias de hoy, porque en Latinoamérica pareciera ser -como
dijera Rulfo durante la charla- que “los círculos nunca se cierran”.
*Artículo publicado en la sección "Crónicas Migrantes" en http://www.apeparaguay.org/py/ en abril del 2011.